El chico partió dispuesto a cumplir con su tarea. Una vez en el mercado trató de venderlo durante días y el precio que le ofrecían los clientes era muy inferior al que le pedía su maestro. Al cabo de una semana de intentos, cansado, volvió y le dijo a su mentor: "Maestro, éste anillo no vale 500 monedas. Lo máximo que me han ofrecido por él son 70".
El maestro le dio una nota y le dijo entonces "Ves a ésta dirección y véndelo allí". El chico, como siempre, partió presto a cumplir su cometido. Una vez en el tugurio, el dependiente, tras tasarlo, le entregó 1500 monedas.
¿Moraleja? Es difícil ponerle un precio a tu trabajo si ni tú mismo ni tus potenciales clientes sabéis lo que vale.
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Con este post he intentado transmitir una o varias reflexiones. Pero creo que no estoy sólo en el mundo, así que si tú también tienes una al respecto, harías la mar de bien en hacerla pública.
Como todo en la vida, lo más importante siempre es participar :)